viernes, marzo 17, 2017

En Memoria del Cardenal Julio Terrazas.



En Memoria del Cardenal Julio Terrazas.
Por P. Guillermo Siles Paz, OMI


Un día como hoy, 7 de marzo, nació el cardenal Julio Terrazas Sandoval. Nació en su querido Vallegrande, en medio de gente querida y sumido en una infinidad de tradiciones y costumbres que enorgullecen a ese digno pueblo.
Todos conocimos de su trayectoria, formación, y su acción pastoral. Muchos son los testimonios que durante estos años nos han deslumbrado, sobre todo por su alta sensibilidad social, cercanía a la gente sencilla y por buscar una nueva sociedad más justa y solidaria.
Su partida tan triste del 9 de diciembre de 2015 significó el silencio en diferentes ámbitos. El pueblo lloró porque él se constituyó en referente de la defensa de los derechos y libertades del pueblo.
En los últimos años muchos han remarcado su profunda cercanía a la gente, que ya estaba presente desde sus inicios de su formación. Podríamos decir que no perdió su identidad y raíces. Sin embargo estuvo marcado por su formación moral desde sus inicios como Redentorista. Trató de vivir sencillamente y en medio de la austeridad y preocupado por su celo apostólico. Su sueño siempre fue mantener a la iglesia en una misión permanente, acompañando a sus propios catequistas y celebrando la vida en medio de las comunidades, parroquias y misiones.
Como pastor tuvo varias facetas y todas estuvieron llenas de sencillez, humanismo y encarnadas en la realidad. Cada faceta de su vida tiene un sello definido y muy comprometido. Él estuvo al servicio de los marginados y excluidos. Compartió su vida con campesinos, indígenas, mineros, obreros y el pueblo en general. Se dejó interpelar por la realidad, al parecer quiso ser un referente de dialogo, concertación y debate.
Nadie puede negar que como pastor intento guiar al Pueblo de Dios hacia una fe cristiana más auténtica y comprometida con la vida. Que los católicos dejemos la pasividad para emprender un compromiso con su transformación. El Sueño de ser un Pueblo de Dios, nos llevaba a ser un pueblo preocupado por la justicia, paz y promoción humana.
Muchos cultivaron sus homilías, mensajes y discursos; para encontrar el norte de la visión cristiana. Podríamos decir que su propia teología era profundamente humanista. Se notaba su profunda formación en la doctrina social de la iglesia; en su mirada sociológica y el su espíritu de cambio.
Tal vez, lo que hoy todos extrañamos, es esa su voz profética. Es que desde su partida la Iglesia se haya silenciado. Esa potente voz, con ideas claras y distintas, muy encarnadas de realidad, como ese fuego del espíritu que impregnaba en la humidad de los cristianos, es extrañada; es como que ya no lo tenemos y lo esperamos. Estos hombres, profetas de su tiempo, dejan su sello para llevarle en nuestra memoria.
Hoy muchos intentamos recuperar el legado que nos dejó y es grande. Visualizamos una profunda experiencia de fe y de vida, pero sobre todo de una orientación teológica-bíblica, que desde el oprimido, desde la realidad nos orienta a vivir una iglesia en movimiento.
Nadie puede negar que su dinamismo personal marcó a la Iglesia cruceña. Desde una pastoral de conjuntos cultivó una serie de actividades y costumbres de impacto y acción evangelizadora. Todas sus liturgias estaban llenas de vida. Muchos extrañan sus repentinas visitas; ese contacto personal con sus parroquias y con sus sacerdotes. Sembró relaciones muy humanas. Por todo esto. Muchos dirán “Te extrañamos tata julio”.

jueves, marzo 16, 2017

Tiempo de perdón y reconciliación.



Tiempo de perdón y reconciliación.
Por P. Guillermo Siles Paz, OMI


El perdón es una actitud tan importante para nuestras vidas pero muchas veces pensamos que es un acto estrictamente religioso, es decir que quien peca o si ha cometido un error debe pedir perdón.  Esta realidad es cierta, pero el perdón no necesariamente es algo que está relacionado exactamente con el pecado, sino con otras actitudes que nosotros hemos vivido o fuimos afectados. Por eso debe ser algo necesario de pensarlo. El perdón que es y donde nos lleva. Tal vez sencillamente es, que todo perdón nos lleva a una reconciliación, sea con nosotros mismo o con el hermano.  Porque el que perdona se reconcilia.
Todos nosotros necesitamos del perdón y para eso debemos de dejarnos llevar hacia lo que definimos como una sanación, una curación o algo que repare el daño producido.
Muchas veces nosotros hemos sufrido algunos daños, agresiones y traumas, pero lamentablemente no nos damos cuenta, solo lo llevamos y cargamos con esa realidad en nuestras vidas. 
Por esta mirada el perdón puede ser un camino que nos lleve a la reconciliación con nuestro pasado, para abrirse a la experiencia actual a vivir nuestra propia realidad.  
Será necesario por lo tanto entender, que para aprender a vivir, aquí y ahora, es fundamental atribuirle al pasado un correcto valor y significado. Porque todo lo que vivimos se queda y a veces no quiere salir.  Esta ahí como una herida, a veces activa, que cuando se lo toca, duele.
Muchas veces somos injustos con nosotros mismos, porque tenemos algunas realidades y experiencias internas, necesitadas de perdón y no lo hacemos. Arrastramos nuestras heridas y daños, que otros nos lo hicieron, o nosotros lo hicimos a otros. Ahí yo tengo que actuar, ahí debo de perdonarme yo. Es decir, es necesario de perdonarse así mismo por las incapacidades, las omisiones, las dificultades no asumidas adecuadamente, la falta de control de las emociones o por las situaciones particulares vividas, o la pobre valoración de las dinámicas de relación que tenemos y que han prejuzgado la serenidad. Ahí es indispensable perdonarse, así mismos, para restablecer el contacto consigo mismo.
Nadie es perfecto, y para entender cuáles son nuestras lagunas, es necesario tener humildad para aceptar con dignidad nuestros límites.
Por eso el perdón es entendido como revisión autocritica, es decir mirar críticamente nuestras vidas, es mirarnos adentro para poder avanzar y caminar. Es ser introspectivo, reflexionarse, pensarse en uno mismo. Pero no desde una mirada negativa, de la propia vida, sino afectiva y curativa. En si es mirarse con misericordia, con respeto pero queriendo curarse.

El ser humano es integro, pero tiene dimensiones al momento de pensarse así mismo. Tal vez podemos pensar, qué clase de perdón existe, y la primera idea podríamos decirnos que hay varias una individual y única; y la otra, una acción hacia otra persona.
Podríamos decir que la primera dimensión es uno mismo, nuestra interioridad, la Intimidad. Podría decirse nuestro ser profundo.  Aquí el otro, la otra persona, no tiene nada que ver, no tiene que intervenir, sino simplemente yo. Porque yo necesito de sanarme, de perdonarme, de mirar mis heridas y mis dolores.  Por eso se excluye completamente al otro, en este proceso de curación interior.
La segunda dimensión es, ya con el otro, es el perdón que quiero ejercer por el daño que yo le hice. Es mi yo que se va a relacionar con el otro, a quien quiero perdonarle, porque me hizo algo. Es decir, aquí el perdón es realizado con la persona que ha provocado la incomprensión, el dolor y la humillación, el sufrimiento.
Nada en nuestra vida es mecánico. Nuestra vida no es como conducir un coche, que tienen una caja mecánica o automática, sino que todo es un proceso, unas veces tarda más en una exigencia y otras veces me salto para lograr mi objetivo, que es el perdón.
Sin embargo son necesarios de tomarlos en cuenta. Lo primero, es que debemos de superar el pasado. Aquella realidad que siempre me ha arrastrado, que me ha perseguido que lo tengo en mi mente. Debo poco a poco liberarme. Eso es superar toda esa historia de dolor.
Muchas veces frente a la persona que me ha hecho algo, yo siento un rencor, una rabia, pues eso es exactamente lo que no debo hacer, sino debo de liberarme de las emociones negativas. Porque si no, no se avanza, no se mira el camino a seguir.  
Si es parte de un proceso, yo debo ser muy cuidadoso para soltar, desatar poco a poco los nudos, los sentimientos que impiden una nueva relación afectiva con el otro.  Porque muchas veces hay ataduras, que nos va impedir avanzar. Esos nudos yo los debo hacer desaparecer, esas broncas, esos recuerdos, prejuicios, etc.
Con esa situación yo me quedo confrontado conmigo mismo y debo de sentirme necesitado de mirar la integridad de la persona humana, es como volver a restablecer esa confianza en lo humano.
Si logro estos pasos seguros que sentiré algún cambio en mis relaciones, sentiré que no tengo esa tensión o ese problema que me impide perdonar. Eso se llama ya restablecimiento de nosotros, es como volver a sentir un equilibrio psicológico. Ya no estoy como tenso para relacionarme, ahí está ya amortiguado para perdonar y reconciliarse.  
Por eso el perdón nos llevara a la reconciliación, hasta parece como un mecanismo que nos reestablece las relaciones con el otro, pero fundamentalmente con nosotros mismos.
El perdón es como una técnica para aprender a ser más seguros. Nos da tranquilidad para caminar hacia el encuentro con el otro. Nos hace más sencillos para vivir cada día.
Sabemos que las personas que no están valorados así mismo, o cuando su estima esta baja, buscan culpables. Muchas veces las personas con pequeños complejos y limitaciones sienten, que la culpa la tienen los otros y no es así. Culpar a los otros de mis frustraciones siempre me hará sentir menos, y debemos de liberarnos también de esta realidad. Aquí tengo que ejercer algo fundamental, valorarme yo, como soy, con todas mis dimensiones, mirarme positivamente, desde todos los ámbitos de la vida.  Podríamos decir que es el momento de sentir la necesidad, de amarnos a nosotros mismos. Amate a ti mismo.
Perdonarse así mismo, o a los otros, no es un acto de debilidad, es más bien una valiente asimilación de las propias responsabilidades, una demostración de la voluntad férrea de ser nuevo y distinto a la vez.
El que perdona, es a menudo más fuerte, ante el que le hace daño o le tiene hostigado, porque tiende a superar lo sucedido, liberándose de las vicisitudes que han influido negativamente en su vida. Es, hasta cierto punto, que el perdonar te libera, te da fuerza para encontrar en el otro, una novedad y una capacidad de mirar con misericordia o empatía al otro.
La falta de armonía se constituye en un camino de incomprensiones, con frecuencia provocada por el egoísmo de una de las partes
Si perduran en el tiempo ofensas, humillaciones verbales, ataques personales, ironías, maltratos, negaciones. No podremos dar pasos a un encuentro con el otro.  Ni estaremos tranquilos en nuestro vivir.
El proceso del perdón, implica una plena conciencia de los dinamismos internos y de la justa valoración de los efectos, que provienen de afuera.
El proceso del perdón implica una revisión de la experiencia personal y la comprensión de los dinamismos, que han movido a los otros a actuar. Perdonar ayuda a centrarse en sí mismo y a tener confianza en el propio actuar.
Perdonar significa reconocer los propios límites, aceptar algunas equivocaciones, tanto a nosotros, como a los demás.  La acción nuestra será reconciliarnos con las omisiones, fallas o equivocaciones, sirve para aprender del error, ayuda a restaura la paz interior,
El perdón es un camino maravilloso para recomponer la ruptura en nosotros y restaurar una situación dolorosa. Por lo tanto, perdonar ayuda a controlar las emociones negativas que sacuden nuestra serenidad e impiden un adecuado análisis de las situaciones.