martes, julio 17, 2018

Conclusiones del V Congreso Americano Misionero en Santa Cruz (Bolivia 2018)




  1. Con el gran impulso misionero del Papa Francisco la Iglesia Católica en América ha celebrado su V Congreso Americano Misionero (V CAM) en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) del 10 al 14 de julio de 2018. Con el lema “América en Misión: El Evangelio es alegría” se ha llevado a cabo esta asamblea  extraordinaria en la que se espera fortalecer el sentido misionero de toda la Iglesia Católica y encontrar vías de renovación y de conversión misionera de la misma en América. La Comisión Teológica del mismo preparó los contenidos de este Congreso a lo largo de cinco años, durante los cuales se han celebrado dos Simposios Internacionales, en Puerto Rico (2015) y en Uruguay (2016) respectivamente, así como otros muchos Congresos nacionales misioneros en cada país o jurisdicción eclesiástica de todo el continente de América. De aquellos dos Simposios internacionales se han publicado sendos libros en torno a los ejes temáticos del Congreso, que han sido los siguientes: El Evangelio, la alegría, la comunión y la reconciliación, la misión y el profetismo. 
  1. La realización del V CAM ha sido sin duda un momento de gracia para la Iglesia en América, a través del cual se puede avivar la misionariedad de toda la comunidad católica para hacerse presente en todas las realidades del mundo con la fuerza transformadora y con la alegría del Evangelio, que nos impulsa a trabajar abriendo vías de comunión y de reconciliación en los ámbitos sociales y políticos, interreligiosos y eclesiales. Con sentido misionero y evangelizador y con audacia profética, este Congreso va a fomentar a partir de ahora cambios en las actividades y en las estructuras eclesiales, de modo que esta Iglesia “en salida” responda con fidelidad a Dios en su misión abierta “Ad Gentes”, especialmente a los pobres y a los descartados, a los que no conocen ni a Cristo ni los valores que emanan del Evangelio de la Alegría. 
  1. Siguiendo la orientación marcada por el Concilio Vaticano II, desde la Gaudium et Spes y con el decreto Ad Gentes, y la Conferencia de Aparecida del CELAM, la Iglesia se muestra esencialmente misionera cuando se abre a los desafíos del mundo contemporáneo para buscar las respuestas adecuadas desde el Evangelio y la Palabra de Dios. Somos conscientes de los grandes cambios rápidos y profundos que zarandean las culturas y las sociedades de esta época posmoderna, que, sometida y encandilada por las nuevas tecnologías, sigue sin resolver eficazmente problemas enquistados del hombre y del mundo. Entre estos retos nuestra Iglesia está preocupada especialmente por los siguientes grandes fenómenos de nuestro continente: La crisis de la familia con todos sus problemas derivados, el desprecio y la violencia contra la vida y la dignidad  humana, la vulneración de los derechos humanos, el dominio económico de unos pocos que genera desempleo y pobreza, el panorama de injusticia y de falta de solidaridad que deja tras de sí el ser humano en la época del secularismo, la necesidad de cuidar a la Hermana  Madre Tierra, la preocupante situación de desigualdad y de violencia a que está sometida la mujer, las migraciones, la población indígena, los aspectos sombríos de la misma Iglesia, golpeada sobre todo por los escándalos de la pederastia, el descenso de las vocaciones sacerdotales, la modernidad débil y relativista así como la negatividad y la inmoralidad inherentes a dicha modernidad.
  2. La consideración de todos estos puntos con sus correspondientes orientaciones desde la fe cristiana han sido ampliamente tratados en las fases previas del Congreso, sobre todo, en los Simposios Internacionales y los Congresos nacionales misioneros ya mencionados. A partir de todos esos trabajos y publicaciones la Conferencia Episcopal de Bolivia y las Obras Misionales Pontificias elaboraron el Instrumentum Laboris del V CAM que ha servido de base para los trabajos de las comunidades cristianas católicas que viven su sentido misionero en toda América. El sondeo llevado a cabo en América recoge las aportaciones de los miembros activos de las iglesias con una muestra representativa de casi diez mil encuestas, con la cual se ha desarrollado una metodología de participación activa y plural de toda la Iglesia en los países de América. 
  1. Partiendo de todos estos datos previos a este evento continental, el Congreso ha reunido todos los delegados de cada país. Una organización admirablemente eclesial dado acogida a todos ellos, que han sido hospedados en familias de todas las parroquias de Santa Cruz. El Congreso ha sido presidido por Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, y dirigido por Mons. Eugenio Scarpellini, coordinador del mismo y director de las OMP Bolivia. Hemos vivido cinco días intensos de actividades diversas que han ocupado la atención de todos los participantes. Entre estos se encuentran S. E. el Cardenal Fernando Filoni, delegado especial del Papa Francisco para el V CAM, S. E. el Cardenal boliviano Toribio Ticona, Mons. Giovanni Pietro Dal Toso, Presidente Internacional de las OMP, la hermana Roberta Tremarelli, Secretaria General de la Obra Pontificia de la Infancia Misionera, todas las delegaciones americanas de las Obras Misionales Pontificias, la Conferencia Episcopal de Bolivia en pleno, un gran número de Obispos de América y de otros países, sacerdotes, personal religioso y una multitud de laicos. En total 3177 participantes inscritos. Entre voluntarios acogedores de los misioneros y familias cruceñas que los han recibido en sus casas hay 3830 personas. Todo un despliegue enorme de ilusión y de servicio, de entrega y de alegría. Por la mañana se han celebrado seis sesiones. Además de la sesión de inauguración, ha habido cinco magnas ponencias sobre los temas del Congreso, y cada día por la tarde se han celebrado  doce talleres, cuatro conversatorios y cinco subasambleas, en las que se han debatido las cuestiones planteadas por la mañana.  
  1. Las brillantes, profundas e iluminadoras conferencias que han tenido lugar han sido las siguientes: La primera, “La alegría Apasionante del Evangelio”,  a cargo de Mons. Guido Charbonneau (Honduras), la segunda, “Anunciar el Evangelio al mundo de hoy” a cargo de Mons. Santiago Silva (Chile), la tercera, “Discípulos testigos de la comunión y de la reconciliación” a cargo del P. Sergio Montes, S.J. (Bolivia), la cuarta, “Misión Profética de la Iglesia hoy” a cargo de Mons. Luis A. Castro (Colombia), y la quinta, “Misión Ad gentes en América y desde América”, por Mons. Vittorino Girardi (Costa Rica). 
A continuación pasamos a exponer las principales conclusiones que emanan de toda esta rica reflexión que ha ocupado nuestra atención y nuestras actividades durante estos días. En las mismas recogemos sobre todo las propuestas de líneas de acción para la renovación misionera de la Iglesia en América

PROPUESTAS DE CONVERSIÓN MISIONERA
PARA LA IGLESIA EN AMERICA

Educar en la alegría del Resucitado y de las Bienaventuranzas

  1. Es preciso potenciar al máximo entre los servidores de la Palabra de Dios, el conocimiento y la profundización en el misterio central de la fe cristiana, que es el Misterio Pascual de la muerte y resurrección de Jesús y compartir sistemáticamente con nuestro Pueblo de Dios la preeminencia  del mensaje de las Bienaventuranzas (IL 236-259), que constituyen la verdadera antología del Evangelio y que resumen la alegría de todo el mensaje cristiano y de los valores del Reino de Dios y su justicia, fomentando la opción preferencial por los pobres y la creación de espacios de atención a los que sufren y a los excluidos.

Salir a las periferias del mundo para ir al encuentro de los “otros”.

  1. Es preciso fomentar espacios de diálogo y de alegría en nuestras comunidades e ir a las periferias del dolor, de la marginación y de la pobreza. Crear medios, métodos e instrumentos para ir a los alejados de la fe y transmitirles la alegría del Evangelio con un corazón abierto a la universalidad, especialmente en medio del sufrimiento. Avivar el sentido Ad Gentes e ir con la alegría del Evangelio al encuentro de las culturas y de la cultura, de la diversidad cultural de nuestros pueblos y del crecimiento cultural de nuestras gentes, con una atención particular al mundo indígena, a los sectores de población de los inmigrantes, de todas las víctimas de la violencia y de la droga. Hacerse presente con los valores del Evangelio en los ambientes culturales y generadores de cultura, en las universidades e instituciones educativas, así como en los medios de comunicación y en las redes sociales de comunicación.
           Fomentar el conocimiento de la Biblia y de los Evangelios

  1. Se propone promover el conocimiento de la Biblia y especialmente de los Evangelios como fuente de renovación cultural, de encuentro entre culturas y pueblos y como camino de paz entre las diversas religiones, y buscar un espacio público, abierto y plural desde el punto de vista teológico en la Universidad pública de los países de América (IL 267-270). Asimismo se propone crear escuelas interparroquiales misioneras para fomentar sistemáticamente el conocimiento y la difusión de la Biblia como Palabra viva y permanente de Dios que regenera la vida. También se deben instaurar catequesis bíblicas en los instersticios de las catequesis sacramentales.
Promover las Comunidades de vida Misionera

  1. Se propone promover y apoyar al máximo las Comunidades de Vida Misionera, desde las Comunidades Eclesiales de Base como desde otras formas de vida comunitaria eclesial y de movimientos eclesiales, como forma concreta de vivir la dimensión misionera de la Iglesia, inmersa en el mundo y en las realidades humanas, sociales y políticas con el método de la Revisión de Vida, con sus tres pasos fundamentales (Ver, Juzgar y Actuar), como instrumento de análisis y de transformación personal, eclesial y social desde la fuerza del Espíritu (IL 274).
Promover la comunión de bienes en la Iglesia y con los pobres

  1. Asimismo crear, fomentar y desarrollar la institución de Cáritas en todas las comunidades cristianas parroquiales y no parroquiales, con el fin de hacerse presente desde la práctica de la caridad y de todas las obras de misericordia de manera organizada y estructurada ante las necesidades materiales y sociales de nuestra población, especialmente entre los más pobres y necesitados, tanto de cerca como de lejos (IL 275). De este modo se desarrolla la estructura fundamental de la Iglesia para gestionar la comunión de bienes en la Iglesia y con los más pobres y necesitados. Y concretamente se debe apoyar la propuesta emblemática de la institución de la Koinonía Eucarística con los Pobres, para compartir con ellos, con criterio evangélico y evangelizador y con el carácter universal de Ad Gentes, las aportaciones de cada Eucaristía.

Promover la Reconciliación en todos los ámbitos de la vida

  1. En primer lugar hay que fomentar el sacramento del perdón y de la misericordia de Dios así como promover, cuidar y atender la Reconciliación en el ámbito familiar desde nuestras comunidades y parroquias (IL 280-289). Es urgente educar para la reflexión, la escucha, la valoración mutua, el respeto, la comunicación y el encuentro, el amor, el perdón, el olvido, la alegría sana, la felicidad compartida, la serenidad, la lucidez, la armonía. Asimismo hay que promover el diálogo entre las religiones orientado a la Reconciliación y la Iglesia debe ayudar a que todos los actores sociales y políticos participen activamente en los procesos de reconciliación. Sobre todo, se debe consolidar la opción por los pobres como vía de Reconciliación, y, no en último lugar, la reconciliación ecológica en favor de la creación de Dios, cuidando con responsabilidad nuestra Casa Común, la “Hermana, Madre Tierra” (IL 280-289). 
Fomentar la conciencia de la misión profética y liberadora en todos los ámbitos sociales

  1. Hay que despertar y alimentar la conciencia de la misionariedad de la Iglesia, cultivando la dinámica vocacional de la Iglesia y de sus miembros en el servicio al mundo entero. Asimismo hay que elaborar desde conferencias episcopales un proyecto misionero, que debe impregnar los planes pastorales y renovar nuestras estructuras de evangelización, haciéndonos caminar hacia la misión Ad Gentes, especialmente orientada a todos los ámbitos donde no se conoce a Cristo o no se viven los valores del Evangelio, particularmente las comunidades indígenas y los sectores de población dedicados a la gestión económica, empresarial, social y política de nuestras sociedades. Y hay que hacer también un esfuerzo intenso de conexión con la vida real de la gente, asumiendo y promoviendo la Lectura Creyente de la Realidad como metodología excelente del diálogo con el mundo y de la comunicación del Evangelio, haciéndose presentes en los diversos ambientes con los medios adecuados y saliendo a las periferias existenciales y geográficas del mundo para ir al encuentro de los alejados (IL 290-95). Asimismo se apoya la creación del Observatorio Eclesial Americano de los Derechos Humanos con el objetivo de realizar informes de carácter profético acerca de las situaciones de exclusión, marginación, opresión, injusticia, corrupción y extorsión de los derechos humanos, sociales, políticos y económicos en todos los países de América. 
La evangelización de la familia como clave cristiana de la transformación social y cultural

  1. Trabajar en un diseño específico de atención a la institución de la familia y a los problemas familiares desde la Iglesia. A imagen de la familia trinitaria y de la familia de Nazaret las familias cristianas deben ser comunidades domésticas de vida y de amor auténticamente cristiano. Para ello es preciso trabajar en el campo educativo y catequético en la formación de los jóvenes para que experimenten la vivencia madura del amor como entrega total al otro. Es necesario trabajar sistemáticamente en la atención eclesial desde las parroquias a los problemas de las parejas, antes, en y después del matrimonio. Es urgente consolidar el respeto a la dignidad de la persona en el marco familiar para que ningún miembro de la familia sea maltratado, particularmente las mujeres y los niños. Es también urgente educar en el respeto a la vida como un don de Dios desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural. Es apremiante asimismo educar a los jóvenes desde las familias y desde las parroquias en el sentido y en el valor cristiano de la sexualidad. 
Potenciar una Iglesia misionera más ministerial y laical

  1. Potenciar el desarrollo de una “Iglesia en salida” que vaya rompiendo los moldes de una Iglesia demasiado Clerical y abra caminos firmes y decididos hacia una Iglesia más Ministerial y con participación laical que pone su mirada en Cristo y en los hermanos necesitados, desorientados y en los no creyentes. Potenciar una Iglesia en la que los laicos asuman su gran responsabilidad testimonial y misionera orientada desde la alegría del Evangelio al servicio a los otros, a los que sufren y a los pobres. En esta línea se apoya la propuesta también emblemática de la creación de un ministerio reconocido, laical y femenino, mediante el cual se reconoce a la mujer su extraordinario servicio a la evangelización como una realidad viva y se institucionaliza una participación estructurada en la misionariedad de la Iglesia de nuestro tiempo. Se había propuesto el nombre del “ginacolitado” puesto que el acolitado es un término eclesial vigente para un ministerio laical, pero eso queda como tema abierto a su estudio, análisis y profundización. 
Promover y cuidar las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa

  1. Es preciso promover y cuidar las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa como formas de vida netamente evangelizadora y profética en el mundo actual. Para ello hay que elaborar proyectos de formación en los seminarios y en los institutos religiosos en los que la entrega misionera para vivir la radicalidad del envío de Cristo muerto y Resucitado sea presentada, cuidada y desarrollada con entusiasmo, con ilusión y con la inmensa alegría del Espíritu de las Bienaventuranzas.
 Celebrar la fe y la religiosidad popular en clave misionera

  1. Hay que cuidar mucho todas las celebraciones de la Eucaristía, cumbre y fuente de nuestra vocación cristiana, y de los sacramentos, y prepararlas con esmero, extremar la acogida, potenciar los gestos y signos, cuidar el lenguaje, la homilía, los cantos, la música, las moniciones, de manera que conecten mejor con la sensibilidad, preocupaciones e inquietudes del hombre de hoy (IL 260-266). Especialmente hay que cuidar mucho más la preparación y celebración del sacramento del Perdón y de la reconciliación. Hay que atender con esmero los demás sacramentos, como el Bautismo, el Matrimonio, la Unción de los enfermos, sin descuidar la importancia enorme de los funerales. Asimismo se debe depurar y orientar según el Evangelio la rica religiosidad popular y la devoción a la Virgen María de nuestros pueblos.